La fiebre en España: ¿dónde estamos?
La desigualdad es el reto civilizacional y combatir la idea reaccionaria de la futilidad es el reto de época. ¿Cómo demostrar que la democracia y la política son instrumentos útiles?
El análisis de la semana
La fiebre en España: ¿dónde estamos?
La fiebre (2024) es una excelente serie francesa de los creadores de Baron noir. Si te gusta la estrategia política o la comunicación no te la puedes perder. Diré lo mínimo posible sobre ella: los protagonistas intentan detener el contagio reaccionario a propósito de un conflicto racial. La serie cierra con una escena que dejará ojipláticos a los más nerds, y con una pregunta de época: «¿Dónde estamos?». Esquivada la última bala, ¿en qué fase del proceso febril nos encontramos?
Como hay síntomas del fenómeno que son universales y quiero respetar a quienes no han visto la serie, que seréis la gran mayoría, traeré la reflexión a España. El objetivo es pasar de la vista de gusano, siempre apegada a la coyuntura, a la vista de pájaro, más amplia. Iremos descendiendo, de lo más general a lo más concreto.
La amenaza civilizacional
Son muchos las amenazas que afrontamos como civilización, pero la desigualdad es la piedra angular de todos ellas. En muchas ocasiones es su propio origen. En términos de viabilidad del planeta, evidentemente tendríamos que poner a la crisis climática como mínimo al mismo nivel, pero las consecuencias de la desigualdad son más profundas e inmediatas en términos políticos: es la mayor amenaza que afronta la democracia aquí y ahora.
El reto político de época
Albert Hirschman identificó tres argumentos principales presentes en la retórica reaccionaria para combatir los avances sociales: la perversidad, el riesgo y la futilidad. De los tres, considero que el de la futilidad es el más nocivo: cualquier intento de cambio es inútil porque, en el mejor de los casos, dicho cambio será superficial o cosmético, ya que las estructuras de la sociedad permanecerán intactas. No se puede, en resumen.
La recesión democrática y el avance reaccionario no se pueden entender sin la propagación de esta tesis. El problema de la democracia no es que haya surgido un modelo alternativo más seductor, pues el autoritarismo sigue siendo un modelo de nicho. El problema es que está perdiendo su fuerza instrumental: cada vez es menos la gente que la ve como una herramienta útil para mejorar la vida de la ciudadanía. La expectativa de prosperidad es cada vez más endeble y está repartida de manera desigual entre barrios y generaciones.
Parafraseando la cita —probablemente apócrifa— de Dostoyevski, si la esperanza de ascenso social ha muerto, todo está permitido. Detrás, la idea de la futilidad. En el fondo, la desigualdad. El reto político de época es demostrar que la democracia y la política son los instrumentos más útiles para mejorar la vida de la gente, en última instancia para combatir la desigualdad.
La sociedad, el Estado y la política: tres tendencias y tres retos
La sociedad. La política está en la gente. Los cambios germinan abajo. La política de los políticos es una expresión —nunca mecánica, siempre tardía— de las formas de vivir y relacionarnos en sociedad. Tres tendencias destacan dentro de un amplio catálogo: la fragmentación, el aislamiento y la volatilidad.
No creo que seamos más individualistas que hace veinte años, pero sí que nos encontramos más fragmentados en pequeñas comunidades-burbuja y hay una mayor distancia entre ellas. ¿Cómo no va a producirse una polarización dentro de las generaciones más jóvenes? Nuestros vínculos son cada vez más débiles. Por otra parte, nuestra estancia en una misma casa dura menos, nuestro puesto de trabajo dura menos, los objetos que compramos duran menos. Si así vivimos, si así somos, es normal que los parlamentos sean heterogéneos y los ritmos políticos frenéticos.
El reto social es construir espacios de socialización con ritmos y dinámicas autónomas que generen vínculos comunitarios. En un centro público de salud todos somos iguales, da igual cuál es nuestro apellido o cuánto dinero tenemos. El objetivo de las privatizaciones no es solo económico, sino generar experiencias contrarias de privilegios. Hacemos política como vivimos.
El Estado. Desde hace unos años, España vive un «momento Poulantzas». El Estado es un campo estratégico de batalla en el que se condensan correlaciones de fuerza. En el Estado, el bloque de poder armoniza los distintos intereses corporativos de los aparatos y las facciones que lo conforman. Cuando la agudización de contradicciones es tan profunda que eso no es posible podemos hablar de crisis de Estado. Aquí estamos, desde antes de que las facciones dirigentes del poder judicial o mediático se arremangaran políticamente con escasa sutileza.
La crisis del sistema podía explicarse desde 2010 a partir de la ruptura de los cuatro consensos principales: el económico-social, el cultural, el político y el institucional-estatal. Podemos distinguir distintas fases de la crisis durante los últimos años observando el desplazamiento del centro de gravedad de la política. Hoy, y especialmente desde 2017, el centro de gravedad se sitúa en el ámbito institucional-estatal. No es casualidad que Vox emergiera en esta fase, a finales de 2018, y no en los años más duros de la crisis económica.
El reto estatal es cambiar la selectividad estratégica del Estado, esto es, el conjunto de inclinaciones y dinámicas que hacen que los conflictos políticos se resuelvan de manera «natural» en beneficio del statu quo. Bob Jessop identificaba seis campos de batalla principales.
La política. España vive un proceso de «integración incompleta». Dos de las amenazas más importantes al statu quo han sido neutralizadas: la izquierda alternativa y el independentismo. Sin embargo, el regreso a la vieja normalidad, tan añorada por las élites, no es posible. Como decíamos, la sociedad ya es otra. El Estado puede renunciar a parecerse a la sociedad, al menos hasta cierto punto, pero la política no, pues aún con todas las limitaciones depende de las demandas de la gente.
El reto político es recoger la diversidad de nuestra sociedad y traducirla en avances legislativos para eliminar los cortocircuitos que hay entre la sociedad, el Estado y la política. Hacer que el país oficial se parezca, a todos los niveles y en todos los ámbitos, al país real.
Tres políticas
La amenaza civilizacional es la desigualdad, que carcome la democracia debilitando su potencia instrumental, esto es, debilitando la idea de que es el mejor sistema de los posibles para que la gente viva mejor. Por eso, el reto de época es combatir la idea reaccionaria de la futilidad: la política es una herramienta efectiva para conseguir avances colectivos.
Los tres retos específicos emanan de los diagnósticos en los ámbitos de la sociedad, el Estado y la política: reconstruir mecanismos de intermediación adaptados a nuestros días, alterar la selectividad estratégica del Estado y superar las contradicciones entre la sociedad y el país oficial.
No cabe en este artículo, pero si seguimos aterrizando en lo concreto podemos identificar tres políticas que conectan la amenaza civilizacional, el reto de época y los tres retos específicos: la subida de los salarios, la intervención en el mercado de la vivienda para que sea accesible y un reequilibrio territorial por arriba en clave plurinacional y federal.
Como analizamos en el artículo de hace dos semanas, el Gobierno de coalición esquivó la bala in extremis el 23-J gracias a su narrativa retadora, y no a la revalorización repentina de su gestión. Esa disputa de posicionamientos fue algo extraordinario que no se volverá a repetir. Avanzando en esta dirección el Gobierno de coalición puede convertir la legislatura en un referéndum sobre estas medidas. La estrategia de contraste implica diferenciación, pero en torno a propuestas y atributos relevantes para la gente. En este momento, «materializar» la política es la mejor manera de revalorizar la democracia.
¿Cómo convertir estas medidas en el «cofre del tesoro» de las siguientes elecciones? Sobre esto podemos profundizar en otra ocasión.
Los 10 artículos imprescindibles de la semana
Durante esta semana hemos vuelto a tener un hito especial que merece lecturas particulares, así que dedicaremos a ello la mitad de los artículos.
Recomiendo los artículos de Antoni Gutiérrez-Rubí, Luis Pablo Beauregard, Xavier Peytibi, Ramón Aymerich e Irene Benedicto sobre el debate entre Kamala Harris y Donald Trump.
Cuando los árboles dejan ver el bosque, de Enric Juliana en La Vanguardia.
Una nueva clase de análisis político del maestro Juliana. Del elefante al alfiler, siempre con una mirada amplia y multidisciplinar. De los bosques a la coyuntura política.
Por fin un día histórico, de Guillem Martínez en CTXT.
Martínez aparca el análisis de la situación en España-Cataluña y eleva la mirada para hablarnos de lo que podría ser el decreto oficial del fin del neoliberalismo. Casi nada.
La nueva lucha de sexos, de Pablo Simón en El País.
Vi de refilón por el antiguo Twitter que el artículo había causado revuelo. Luego vi que ese revuelo le daba la razón al artículo. Llevan saliendo artículos sobre la brecha generacional con especial interés desde hace unos tres años (en el boletín de la semana pasada recomendamos dos) y este me parece un buen resumen.
Macron ante su espejo: Michel Barnier, de Lilith Verstrynge en El País.
No pasó el jugador (el partido político), pero pasó la pelota (sus ideas). Este podría ser el resumen cada vez que la derecha liberal claudica de alguna forma ante la extrema derecha. Sobre esto también ha escrito Alberto Garzón en eldiario.es.
El péndulo del colapso: de Charlton Heston merendándose a sus vecinos a la esperanza del solar-punk, de Jose Cano en Climática.
Cano hace un excelente recorrido cultural del “es más fácil imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo”. Añado otro videojuego postcapocalíptico con reflexiones políticas muy interesantes: Days Gone, cuya segunda parte ha sido tristemente cancelada (fuck).
Las recomendaciones de la semana
Carcoma, de Layla Martínez (2021, Amor de madre)
Layla Martínez, citada en el artículo de Cano, es una excelente escritora. Hace unos días nominaron su primera novela, Carcoma, en los National Books Awards, así que aprovechamos para recomendar su lectura y darle la enhorabuena.
Cómo cazar a un monstruo, de Carles Tamayo (2024)
Ni caso a los periodistas tradicionales que temen el intrusismo. Claro que esto es periodismo, y no solo entretenido, también mordaz: es una crítica certera al sistema judicial. En realidad esta sería la segunda recomendación audiovisual, ¡la primera es La fiebre! Dani Domínguez escribió un artículo en La Marea sobre esta miniserie documental.
El recordatorio amistoso de la semana
Cuidado con el uso de la inteligencia artificial… No hace falta añadir mucho más. He buscado y creo que no, pero si la imagen fuera un bulo creado precisamente con inteligencia artificial también tendría su guasa.
El shout out de la semana
El domingo pasado murió Maxwell McCombs, experto en comunicación y creador de la teoría de «agenda setting», en la que estudió cómo los medios de comunicación establecían la agenda en torno a la cual tanto los políticos como el resto de la opinión pública acababan debatiendo.
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