Caballo que reta, gana: el no error de Nate Silver, el ascenso de Kamala Harris y la remontada del 23-J
La reflexión de Nate Silver sobre las nuevas dinámicas electorales nos permite conectar el ascenso de Kamala Harris con la campaña española del 23-J
El análisis de la semana en un folio (hoy, a doble cara)
Caballo que reta, gana: el no error de Nate Silver, el ascenso de Kamala Harris y la remontada del 23-J
Nate Silver es un estadístico norteamericano con fama de gran pronosticador electoral. Su modelo consiste en la agregación de encuestas y en la ponderación de sus datos asignando diferentes criterios. Desde 2008 ha acertado la mayoría de los resultados de las elecciones en EE. UU., aunque en 2016 no anticipó la victoria de Trump: le dio un 30% de probabilidades, un porcentaje, eso sí, más alto que el de la inmensa mayoría de encuestadores y analistas. Sin embargo, no lo traigo aquí por su supuesta infalibilidad, sino porque el otro día escribió algo que, aunque «técnicamente» puede ser cuestionable, políticamente me parece fundamental.
En el modelo de Silver no compiten «demócratas» contra «republicanos», ni siquiera «Harris» contra «Trump», sino «titular» y «retador». Quien tiene el poder y quien lo desafía, en resumen. Silver cuenta que hace unos días tuvo que revisar una y otra vez los datos porque parecían erróneos. ¿Cuál fue el único error? Que, en su cabeza, Harris era la retadora y Trump el titular, cuando es al revés. Había intercambiado los papeles por la dinámica política de las últimas semanas. Si eso le sucedió a él, un analista experto, podría pasarle a otra mucha gente. Y eso, señaló, podría beneficiar a Harris, pues estar en el poder ya no es una ventaja como antes, como él mismo analizó hace unos meses.
El viernes, Harris y Walz dieron su primera entrevista en CNN. En términos de estrategia los dos elementos más destacables son un giro político-programático hacia el centro y el posicionamiento de «un nuevo camino»: hay que pasar página de la última década e iniciar un nuevo tiempo. Harris, actual vicepresidenta y con una larga trayectoria política, se intenta presentar como la candidata del cambio. He aquí la clave principal de la remonta demócrata, su contraste con el candidato «Presidente Biden». Nunca sabremos si los demócratas hubieran podido ganar las elecciones con una disputa clásica entre gobierno y oposición, pero las expectativas eran poco halagüeñas.
Este cambio de posicionamiento conecta con España. El Gobierno de coalición llegó exhausto a 2023. Llegar, aun con muy pocas opciones, tenía mérito, insistíamos por entonces. En prácticamente todas las elecciones celebradas tras la pandemia, los gobiernos salieron derrotados. El 4 de mayo, con un panorama demoscópico desolador para la izquierda, resumí mi perspectiva en Twitter: «Defender una gestión de gobierno suele ser un rollo, pero en estos tiempos más. La gente de izquierdas está más desmovilizada porque incluso todavía no tiene más estímulos o expectativas que la gestión. Esto significa que es la izquierda quien tiene más que ganar. Por eso ganará». De fondo, las lecturas sobre la crisis de autoridad.
Algo menos de un mes después se celebraron las elecciones municipales y autonómicas, en las que el PSOE se dotó de una estrategia extraña: nacionalizar la campaña con anuncios diarios de grandes medidas. La derecha jugaba en clave nacional, pero la izquierda no, por lo que cada anuncio se volvía en contra de los candidatos autonómicos y municipales porque los difuminaba, un error que volvió a cometer en Galicia, como reprendió el maestro Jaime Miquel. Si la gestión de gobierno no movilizaba a nivel estatal, mucho menos lo haría a nivel autonómico o municipal en un contexto de territorialización de la política.
El PP ganó las elecciones municipales y autonómicas, pero al día siguiente Sánchez anticipó las elecciones generales, pateando el tablero y presentándose como «retador»: enfrentándose al consenso demoscópico y mediático que anticipaba una victoria inevitable de las derechas, y frente a la beligerancia del bloque reaccionario. Se quitó la corbata presidencial y bajó al fango. Un buen desempeño compartido de Yolanda Díaz, una estrategia de contraste dura contra PP y Vox y el papel de «retador» permitieron la revalidación del Gobierno. El consenso demoscópico impuesto en los medios conservadores y la agresividad de Feijóo se volvieron en contra de PP y Vox. Lo peor de una estrategia errónea es que cuanto más empeño pones en ejecutarla bien, más daño te hace.
¿El PSOE y Sumar podrían haber revalidado el Gobierno de coalición si las elecciones se hubieran desenvuelto en una disputa clásica entre gobierno y oposición? ¿Acaso la subida de la izquierda en campaña se debió a una repentina revalorización de la gestión del Gobierno? ¿Los datos se hicieron inteligibles y empezaron a calar? No: una buena gestión es condición necesaria, pero insuficiente para ganar unas elecciones. Hoy más que nunca. El Gobierno de coalición deberá mejorarla, combatiendo la desigualdad en general y facilitando el acceso a la vivienda en particular, pero ni siquiera eso sería garantía de éxito. Entender las claves de la remontada del 23-J es el primer paso para sembrar las condiciones de la siguiente victoria.
P. S.: Los demócratas no tienen la campaña ganada. Ahora mismo se mueven en el margen de error de un empate técnico. Recordemos que, por las particularidades del sistema electoral estadounidense, los demócratas necesitan superar a los republicanos en al menos tres puntos de voto popular para ganar en el Colegio Electoral. La candidatura de Harris está funcionando, pero perderá si en algún momento cree que ella es la causa de la campaña.
Los 10 artículos imprescindibles de la semana
Neoestoicismo: alienación emocional y lengua de los amos, de Carlos Javier González en Ethic.
Un estoicismo cutre y cursi parece ganar terreno dentro del competido mundillo de la autoayuda y González no deja títere con cabeza. Como mínimo, a algún colega que no supera la crisis de los 30 se lo podréis mandar.
Gaza y Nagasaki, de Santiago Alba en El País.
Sobre el genocidio de Gaza parecía todo escrito, pero Alba aporta una visión novedosa: la espacial, en este caso jerárquica, que puede explicar la saña de Israel.
Acrobacias en la cama, de Irene Vallejo en La Tercera.
Esta no es exactamente otra Columna de la fraternidad, pero Vallejo no deja de escribir tan eruditos como bellos.
El vídeo es el rey: bienvenido a la era del contenido audiovisual, de Clive Thompson en MIT Technology Review.
Cambian nuestras formas de relacionarnos y, por lo tanto, cambia nuestra forma de vivir y, por lo tanto, cambia el mundo y, por lo tanto, cambia la manera de hacer política.
Oasis y el fin de la era pop, de Jorge Dioni en El País.
La mira amplia y multidisciplinar de Dioni lo convierten en un analista imprescindible. Como si le respondiera, Hector García Barnés ha escrito un artículo que todavía no he podido leer, para qué engañaros.
Weimar, otra vez la amenaza de la extrema derecha, de Marc Martorell en CTXT.
Martorell nos enseña una foto bastante completa del panorama alemán. Hoy mismo se están celebrando dos elecciones regionales en Turingia y Sajonia. Habrá que ver si se confirman las buenas expectativas tanto de la extrema derecha como del partido rojipardo de Sahra Wagenknecht.
El humor nos salva, de Mariano Sigman en El País.
Si no nos podemos reír de absolutamente todo, empezando por nosotros mismos, no es mi revolución. Aprovecharé la publicación de este artículo para recomendar a continuación uno de los libros de este reconocido neurocientífico.
Construir sin planos, de Oriol Bartomeus en El País.
Sobre la financiación singular de Cataluña y algo más escribí en la segunda edición del boletín, hace dos semanas. Con independencia de otras consideraciones, creo que la sucesión de escenarios que plantea Bartomeus se hará realidad.
¿Dónde anida la ultraderecha catalana?, de Carles Castro en La Vanguardia.
Siempre al quite, Castro. Nos enseña datos para ser relativamente optimistas, pero sin alardes. Es posible que algunos sectores de Junts abonen el campo del nacional-populismo, una vez derrotado el Procès, y que de ello acabe beneficiándose Aliança Catalana.
How Democrats snatched ‘freedom’ back from Trump and the Republicans, de Amanda Katz en The Washington Post.
En el primer boletín analizamos los retos de la campaña demócrata y señalamos: “Y dentro de esta estrategia de contraste, la defensa de la libertad, la democracia y el pueblo, como vienen señalando desde hace años Lakoff y su equipo de FrameLab”. Después de años, el equipo de Lakoff se felicita de este giro, y no es broma.
Las recomendaciones de la semana
El poder de las palabras, de Mariano Sigman (Debate, 2022)
Podría destacar varios extractos interesantes, pero me voy a quedar con este, que además es breve:
«El miedo tiene una paradoja: nos dirige hacia aquello que queremos evitar. Una de las primeras lecciones del que deambula cerca de un acantilado es la de mantener la mirada hacia delante, evitando el impulso de mirar al vacío. Este reflejo natural de atender a aquello que nos da miedo resulta, en este caso, perjudicial: donde van los ojos, va el cuerpo.»
Mis rincones oscuros, de James Ellroy (Random House, 2018)
La semana pasada recomendé La ciudad de los vivos, el perturbador título de Nicola Lagioia. Después de leerlo busqué libros parecidos y me quedé con tres: Veneno de Pablo Trincia, El adversario de Emmanuel Carrère y Mis rincones oscuros de James Ellroy. Lo recomiendo aprovechando que Elena Hevia ha escrito una semblanza sobre su sombrío autor.
El friendly reminder de la semana
«Limitarse a negar el marco del adversario no hace más que reforzarlo». Octava «enseñanza de las ciencias cognitivas» según George Lakoff.