El ataque en política y la determinación en la vida
La determinación es una virtud tan importante como la inteligencia
Pedro Sánchez no es Felipe González, y si cae no será como resultado lógico y paulatino del desgaste. Sánchez se mantiene en pie gracias a su capacidad para generar antagonismo. Perdería fuerza si las derechas rebajaran su beligerancia. Esa beligerancia es indispensable para que la base social progresista se mantenga motivada, pues sin ella la política se reduciría al marco de la gestión racional, algo especialmente aburrido en estos tiempos.
Poco después escribir esto –hace un mes– estalló el escándalo de Santos Cerdán. Fueron los días más críticos de Sánchez: su mano derecha, la persona a quien le confió los mandos de su partido para, entre otras tareas, acabar con la corrupción, es un presunto corrupto. Dos de dos. Tengo una amiga que siempre dice que es la persona con peor ojo del mundo para elegir hombres. Le salió competencia.
Mi tesis, desde hace un tiempo, es la siguiente: si la oposición fuera capaz de bajar un par de tonos de vez en cuando contra el Gobierno de coalición, este caería. Tras el escándalo de Santos Cerdán me reafirmo. Si hubieran alzado menos la voz, habríamos apreciado mejor la esplendorosa vergüenza que emana de cualquier detalle del trío de marras, esa BBC del golferío cañí. También nos habría resultado más insatisfactoria la respuesta de Sánchez. Se puso al frente (en realidad, por encima) de las causas de la España democrática, progresista y plurinacional que representa, cuando se tomó los cinco días de reflexión. Su regreso fue decepcionante porque sigue sin cumplir con las reformas que prometió. Ya gastó la carta con su cara, no le queda otra. Pero PP y Vox lo interrumpieron mientras se estaba equivocando para decirnos, en sus horas más bajas: si lo tumbamos, entramos nosotros.
Una de las 100 cosas que aprendió Napolitan en su extensa trayectoria es que si lo criticas todo, diluyes la fuerza de la crítica. Su colega Durán Barba escribió un libro entero sobre el ataque en política. Una de sus advertencias es que un político debe tener cuidado a la hora de atacar a alguien que, en la mente de la gente, se le parezca, incluso aunque no tenga nada que ver. Haciéndolo, también se está atacando un poco a sí mismo. ¿Quién sale beneficiado de la refriega bipartidista a propósito de la corrupción? Efectivamente, Vox.
Sánchez estaba en la cuerda floja, pero Trump, Rutte, PP y Vox, con la ayuda supongo que involuntaria –pero igualmente inestimable– de Podemos, acudieron raudos a su rescate. Otra vez. Pero de todo el affaire, lo que más me llamó la atención fue la siguiente declaración de Sánchez: “Estoy decidido a presentarme a las elecciones generales de 2027”.
En 1990, Mike Tyson y James “Buster” Douglas se enfrentaron en el campeonato mundial de peso pesado. Por trayectorias, era una pelea muy desequilibrada a favor de Tyson. Las apuestas eran de 42 a 1, y los comentaristas decían que “sería un shock para el mundo si Douglas duraba los primeros asaltos”. En realidad, lo que se apostaba era cuánto tiempo duraría Douglas en pie. El rival anterior de Tyson duró 93 segundos.
Douglas cayó a la lona en el octavo asalto. En unas condiciones normales, su cerebro le habría ayudado a tomar la única decisión posible: no levantarse. Ya duró más de lo que todo el mundo esperaba y en esas condiciones Tyson sería inmisericorde. Sin embargo, se levantó. Aguantó hasta el décimo round y, cuando quedaba un segundo, asestó una ráfaga de golpes que dejaron KO a Tyson. 30 años después, sigue siendo la victoria inesperada más grande de la historia del boxeo. Tyson era el mejor, pero Douglas demostró que Tyson también se cansaba si alguien lograba resistir unos cuantos asaltos, es decir, que no era invencible.
Después de la pelea, un periodista le preguntó a Douglas cómo pudo él, un completo desconocido, recuperarse de la paliza del octavo round y hacer lo que nadie había hecho antes, dejar KO a Tyson. Douglas se echó a llorar: “Mi madre”. La madre de Douglas le contó a todo el pueblo que su hijo pelearía contra Tyson y que “le patearía el trasero”. Evidentemente, Douglas no estaba de acuerdo, pero su madre siguió diciéndoselo a todo el mundo. Lamentablemente, no pudo ver la hazaña porque murió unos días antes del combate. “Perdí a mi mejor amiga”, se lamentó Douglas, “pero ella hubiera querido que permaneciera fuerte”.
Es mentira que si puedes, quieres. Los discursos motivacionales y la autoayuda están impregnados de neoliberalismo. Tanto en el deporte como en cualquier ámbito de la vida, nuestras acciones se desarrollan en un marco atravesado por límites y presiones que exceden nuestra voluntad, nuestra capacidad o nuestra inteligencia. Sin embargo, Douglas hizo historia gracias a la determinación, una cualidad que no tiene nada que ver con el pensamiento mágico: nuestra resolución para perseguir los objetivos que estamos motivados a lograr, superando retos, obstáculos y zancadillas.
Como estudia la neurociencia, los fenómenos mentales tienen un componente psicológico y otro físico. Nunca se tratan, solo, de actitudes o emociones. Tienen efectos reales, físicos, en nuestro cerebro y, por extensión, en nuestro cuerpo. Imagina que te invito a mi casa y te doy una cerveza de máxima calidad, pero tapando la marca y omitiendo cualquier referencia. Si luego te doy esa misma cerveza, pero con una etiqueta en la que ponga un precio de 20 €, te gustará más. Es la misma cerveza, pero la predisposición es distinta: no es que seas tonto, es que tu cerebro habrá activado zonas y redes neuronales para que realmente la saborees más. Si antes de un partido de fútbol o de un examen te obsesionas con que te irá mal, estarás generando condiciones reales –más profundas que las meras actitudes– para que te vaya mal.
Como cuenta el genio Leonard Mlodinow, desde 2007 sabemos que hay un grupo de circuitos neuronales que rigen el lado físico de la determinación. “Comprende dos redes diferenciadas, pero que trabajan juntas: la red de saliencia emocional y la red de control ejecutivo”. Si estimulamos las neuronas correctas, podemos aumentar nuestra resiliencia y nuestra determinación. Eso consiguió el recuerdo de la madre en el cerebro de Douglas, lo que a su vez tuvo una expresión literalmente física. Ni en el deporte ni en la vida existen los milagros. Existen el trabajo y la estrategia. Pero nuestros pensamientos pueden ser aliados o jugarnos en contra: el cuerpo toma nota de todo lo que ocurre en nuestra cabeza.
Cuando escuché a Sánchez decir que se presentaría de nuevo en 2027, pensé que su determinación es una virtud igual de valiosa que la inteligencia u otras más comúnmente reconocidas. En política es especialmente importante. Como ya comenté en otra ocasión, la heurística de la confianza hace que creamos más a las personas que irradian fuerza y determinación. Yo no lo votaré, pero si Sánchez vuelve a presentarse en 2027, continuará como presidente del Gobierno de España aunque hoy parezca imposible.
En la victoria de Zohran Mamdani, la izquierda venció al statu quo, de Nick French en Jacobin.
Zohran y la paciencia ilimitada, de Elizabeth Duval en su substack.
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Zohran delivered the Democratic establishment the thrashing it deserved, de Nate Silver en Silver Bulletin.
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El ángulo oscuro, de Irene Vallejo en El País.
El desorden o la ley de la selva, de Antoni Gutiérrez-Rubí en La Vanguardia.
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Quién paga la corrupción, de Oriol Bartomeus en El País.
Un nuevo mapa alrededor de Sánchez, de Guillermo Zapata en Público.
Compliance, de Craig Zobel (2012)
Vedla sin saber nada de ella. Querréis estampar la televisión contra la pared, pero merece la pena. Está en Amazon Prime. Si alguien está interesado en el tema de fondo, este libro es una referencia histórica:
Hola Ángel
Muy interesante reflexión sobre la determinación. Pero ¿y si Douglas, al levantarse, hubiera recibido un golpe que le hubiera producido un aneurisma? ¿Y si Sánchez, con su determinación, deja noqueado al PSOE durante muchos, muchos años?
No sé cómo llegas a la convicción de que, pese al abandono de muchos votantes, Sánchez seguirá en 2027. Me gustaría saber más. A mí los números no me salen.