Cinco tendencias sociales que explican el giro a la derecha de los jóvenes
Para entender el comportamiento electoral de los jóvenes primero debemos entender cómo viven y en qué contextos toman sus decisiones
Hace unos años empezaron a saltar las alarmas: la juventud estaba basculando hacia posiciones reaccionarias. Desde entonces, cada elección y cada estudio demoscópico confirman la tendencia (el último, el de 40dB). Ahora bien, la asunción del problema debe ser compatible con el reconocimiento de la complejidad y las particularidades de cada contexto. Por ejemplo, esta tendencia es más propia de los varones que de la juventud en su conjunto. De la misma manera, en España la movilización juvenil fue clave en 2023 para impedir el triunfo de PP y Vox.
Pero el problema está ahí, y podemos identificar algunas tendencias de fondo que ayudan a explicar, en última instancia, el comportamiento electoral. La edad es tan solo un número para cualquier análisis generacional; lo interesante es acotar el entorno compartido que define los valores y condiciona la manera de vivir de cada generación. Aquí van cinco tendencias generales con algunas particularidades españolas.
Hijos del desorden
El mundo actual es desordenado, inestable e imprevisible. El anterior no sería exactamente lo contrario, pero las diferencias son claras: los jóvenes viven en un mundo más volátil. La crisis de autoridad debilitó las estructuras y el reparto de posiciones que ordenaban el viejo mundo, más jerarquizado. Esta crisis de la autoridad tradicional no solo se tradujo en desconfianza hacia las instituciones verticales, sino que también difuminó los vínculos comunitarios. Lo que antes decían el político con pintas de experto, el profesor o tu padre, iba a misa; ahora, su opinión vale lo mismo que la de nuestro youtuber favorito.
No vivimos en un mundo más individualista, o no exactamente: vivimos en un mundo más fragmentado en burbujas cada vez más pequeñas, herméticas y aisladas. Incluso aunque nos encerráramos durante meses en nuestro cuarto mantendríamos vínculos, aunque débiles, principalmente a través del móvil y el ordenador. Son las redes sociales –en un sentido amplio– las que consolidan principalmente esos vínculos débiles. No hace falta hablar sobre las dinámicas de tribalismo que generan los algoritmos ni del poso en términos de subjetividad política que genera esta nueva cotidianidad marcada por la fragmentación, el aislamiento y la ausencia de vínculos sólidos.
Cinismo democrático: si el futuro ha muerto, todo está permitido
El ascensor social se rompió, la línea ascendente de prosperidad se torció y las condiciones de vida empeoraron. En este mundo volátil y atravesado por la incertidumbre es muy difícil definir un propósito vital claro y plausible, y es muy difícil vivir sin horizonte. No existe más tiempo que el presente, y eso nos instala en modo supervivencia. Y en la guerra, ya se sabe, vale todo: lo primero es sobrevivir un día más.
“Quien tiene un porqué puede soportar casi cualquier cómo”, dijo Nietzsche. El principal problema de la democracia es instrumental, pues tiene dificultades para ofrecer el porqué que la hizo incuestionable: la prosperidad de todos y todas. Esto genera un cinismo democrático que, sumado a la fragmentación, el aislamiento y la incertidumbre, nos hace más susceptibles a tentaciones autoritarias.
La impugnación hoy es reaccionaria
Estamos asistiendo al colapso del sistema liberal representativo que se consolidó tras la Segunda Guerra Mundial y se rehízo tras la caída del muro de Berlín. La impugnación no viene desde la izquierda, ni siquiera desde la radical, ya que todas ellas se ven obligadas a sostener el edificio ante los envites reaccionarios. Son las derechas radicalizadas las que impugnan el statu quo, pues estas democracias –ya de por sí raquíticas– son un obstáculo para saciar sus ambiciones.
Si en 2011 la desafección política encontraba una canalización de forma “natural” hacia la izquierda, hoy lo hace hacia la derecha. La reacción contra el avance de la diversidad, el feminismo o el ecologismo marca la dirección del viento antipolítico. En España se suma la particularidad del nacionalismo españolista a partir de 2017. El objetivo es corregir los excesos y volver al estado natural de las cosas. Los jóvenes no vivieron el supuesto mundo feliz que quieren recuperar los reaccionarios, pero en su cabeza es real, como el dolor fantasma que podemos sufrir en un miembro amputado. Los reaccionarios lo rascan, prometen un mundo concreto e inteligible y, además, lo hacen con un aura de rebeldía y contestación. Las izquierdas pican el anzuelo y se escandalizan.
El péndulo termostático
Salvo en periodos de prosperidad incuestionable, los gobiernos suelen generar reacciones sociales y culturales. Una cosa es el color del gobierno, otra su agenda legislativa y otra la tendencia de la sociedad civil. Nate Silver analizó, a su manera, el caso estadounidense durante el último siglo. En España ha sido históricamente así: los gobiernos progresistas han ido generando paulatinamente una reacción que, en última instancia, se traduce en un giro ideológico hacia la derecha. (Aquí, de nuevo, deberíamos ser precavidos: la brecha de género es tremenda e igualmente habría que analizar la evolución de cada grupo, ya que hablar de forma genérica, o de “la ciudadanía”, suele ser igual de útil que no decir nada).
Si esta ha sido la tendencia histórica, cómo iba a ser una excepción el contexto actual, marcado por una polarización política y afectiva sin precedentes. Somos más exigentes, menos benévolos con la política en general y los gobiernos en particular. Lo hemos debatido en varias ocasiones por aquí: el Gobierno de coalición no se salvó la última semana del 23J porque su gestión se revalorizara de repente. El traje de gobernante es menos atractivo que nunca, y es Vox quien lidera la vanguardia política y cultural contra el Gobierno.
Vidas banalizadas
Este mundo volátil está atravesado por una paradoja: tomamos más decisiones que nunca, pero todas ellas son menos determinantes. Como analizamos la semana pasada, “nuestros trabajos duran poco, los pisos donde vivimos también, todos nuestros vínculos, en resumen”. El comportamiento electoral es una extensión de nuestra forma de vivir y esta se confunde, cada vez más, con nuestra forma de consumir. En todos los ámbitos cada vez tenemos más opciones para elegir, sufrimos una sobrecarga de oferta.
En este contexto, se difumina la línea divisoria entre lo bueno y lo malo: todo lo sagrado es profanado. La solemnidad es sustituida por la banalización. La idea de democracia no evoca en el imaginario colectivo juvenil grandes epopeyas, ni tampoco el horror de las dictaduras nazi-fascistas. La democracia forma parte de nosotros, ya estaba ahí cuando nacimos, como un hermano mayor. Si además hoy no es sinónimo de prosperidad, el contraste con la amenaza reaccionaria pierde fuerza. Por todo esto, votar a la extrema derecha no puede ser tan grave: es una opción como otra cualquiera del extenso catálogo político.
Recapitulando, los jóvenes viven en un mundo fragmentado en burbujas aisladas. Su cotidianidad está marcada por la incertidumbre y la ausencia de vínculos sólidos. La ruptura de las expectativas y la ausencia de futuro han generado un cinismo democrático. En este contexto, son los reaccionarios quienes impugnan el sistema con un aura de rebeldía, a lo que se suma la reacción inevitable a cualquier gobierno progresista como el español. Por último, nuestras decisiones políticas son, como todas, aparentemente menos trascendentales, por lo que ni la democracia parece tan sagrada ni sus alternativas tan peligrosas.
Estas son, de forma resumida, las cinco tendencias de fondo que nos pueden ayudar a entender un poco mejor el comportamiento electoral de los jóvenes. A partir de ellas, podríamos ir profundizando en cuestiones más concretas como la habilidad de los liderazgos, la capacidad de los partidos o el papel de los medios de comunicación. Estas cuestiones son importantes, pero la premisa de este boletín es que la política va de abajo arriba y, por lo tanto, la clave para entender los cambios políticos es entender los cambios desde abajo, desde la sociedad.
P. S.: El sesgo del enfoque, que nos dice que nada es tan importante como parece cuando estamos enfocados en ello, suele distorsionar la realidad, magnificando uno de los ángulos de cuestiones complejas. La principal opción política de la juventud es la abstención. Los jóvenes leen más que nunca y más que los adultos. Hoy toca poner el foco en una tendencia preocupante, pero intentaremos no caer ni en la estigmatización ni en reducciones ad absurdum.
Masculinidad en crisis y el auge de la extrema derecha joven, de Alberto Garzón en eldiario.es.
Sanders, Trump y Streisand, de, Antoni Gutiérrez-Rubí en La Vanguardia.
Cirujanos, de Pablo Batalla en Público.
La incertidumbre según diez pensadores, de Arantza García en Ethic.
¿Qué significa trabajar en una democracia, de José Luis Moreno en El País.
Desborde reaccionario del capitalismo: la hipótesis neofeudal, entrevista de Diego Velásquez a Cédric Durand en Nuso.
El hombre más rico del mundo no duerme mejor que tú, de Delia Rodríguez en El País.
Creyentes de la conspiración: el perfil de los españoles que desafían la ciencia, de Mayte Rius en La Vanguardia.
Desconocimiento y apología del franquismo en Tik Tok: el cóctel que empuja a jóvenes al revisionismo histórico, de Natalia Junquera en El País.
No hay más gente ahora de derechas: Rajoy y Díez tuvieron muchos más votos en 2011, de Marisol Hernández en El Confidencial.
Deshaciendo errores, de Michael Lewis (2017, Debate)
Ayer salió publicada una interesante entrevista de Daniel Arjona a Michael Lewis a propósito de la nueva edición en castellano del clásico Moneyball. Pero como aquí estudiamos psicología del comportamiento, aprovecho para recomendar este excelente relato sobre una de las amistades más fructíferas de la historia. No solo resume algunos de los principios básicos de la llamada —de manera simplista— economía conductual, sino que también es una narración que resultará igualmente exquisita para los legos en la materia.
Tema 👌 interesante 😊. Gracias. Y conoces el directorio de Substack en español?
Muy interesante artículo, que incorpora a la reflexión sobre la derechización de los jóvenes aspectos coyunturales (la lucha cultural contra cualquier gobierno en el poder) y estructurales (la situación de falta de oportunidades, por resumir). Y sin olvidar la abstención. Suena todo a cambio de ciclo.
Tengo dos preguntas: ¿Qué podemos esperar de esa generación cuando crezca y los boomers vayamos desapareciendo? Y otra más fácil: ¿Hay buenas encuestas post electorales que segmente bien las preferencias de los diferentes grupos de edad, sexo, renta?
Y por último, y cambiando de tema: ¿Qué votan los inmigrantes?