Cómo es el votante progresista europeo y por qué Sarah Wagenknecht no tendría hueco en España
La subida de la extrema derecha alemana y de esta nueva formación «rojiparda» ha reabierto el debate: ¿sería posible algo parecido en España?
El análisis de la semana
Cómo es el votante progresista europeo y por qué Sarah Wagenknecht no tendría hueco en España
Las elecciones regionales de Turingia y Sajonia en Alemania nos dejaron dos titulares: la extrema derecha de AfD sube de manera fulgurante, consiguiendo la primera plaza en Turingia, y el partido de Sarah Wagenknecht se erige como una alternativa seria.
Muchos analistas encuadran el fenómeno Wagenknecht como un asunto doméstico de la izquierda europea. Es lógico, pues a esta familia pertenecía hasta hace no mucho. Sin embargo, se trata de un fenómeno particular que a nivel europeo todavía no encuentra un acomodo institucional, pues no existe una familia de «izquierda conservadora» o «rojiparda» organizada a nivel regional. Más allá de las precisiones teóricas —que darían para otro artículo—, lo interesante del debate es que me da pie a realizar un sobrevuelo sobre el votante de izquierdas europeo y español.
Al tratarse de un debate aledaño a la izquierda europea, me centraré en el votante que se ubica a la izquierda de la socialdemocracia y mayoritariamente se referencia en el grupo parlamentario de la Izquierda Unitaria Europea (GUE/NGL) y en el Partido de la Izquierda Europea (PEL).
Para hacer una distinción lo más inteligible posible, dividiré a los votantes de la izquierda europea en dos categorías principales: «integrados» y «replegados». Estas categorías son el resultado del posicionamiento en un doble eje: por un lado, más europeísmo o menos europeísmo, y, por otro, más diversidad o menos diversidad, es decir, un mayor o un menor apoyo a causas como el ecologismo o la inmigración. Para ello, utilizaré datos de la ronda 10 de la European Social Survey de 2022. Por una cuestión de espacio solo utilizaré los gráficos imprescindibles y dejaré para un análisis más profundo, si alguien lo pidiera, la retahíla de datos.
Visualicemos una representación en un eje horizontal en el que a la izquierda se ubican los partidos con votantes más integrados y a la derecha los partidos con votantes más replegados. En el extremo de la derecha está el KSCM (el Partido Comunista de Bohemia y Moravia, de la República Checa) y en el extremo de la izquierda está Unidas Podemos. Ambos representan el paradigma de las dos categorías, los replegados y los integrados, respectivamente.
El votante del KSCM está masculinizado, envejecido, ruralizado, empobrecido, tiene trabajos poco cualificados, tiene pocos estudios superiores, se siente menos responsable ante el cambio climático, es menos partidario de la inmigración incluso que el ciudadano checo medio, apuesta por menos integración europea y es muy poco partidario de permanecer en ella. Para este votante el mundo va demasiado rápido y ha ido demasiado lejos. Siente que se está quedando atrás.
El votante de UP también está (¿estaba?) masculinizado, pero en el resto de indicadores es muy distinto: es adulto, su nivel de renta es medio-alto, tiene trabajos cualificados, es urbano, tiene estudios superiores, es muy responsable ante el cambio climático, es muy partidario de la inmigración, apuesta por más integración europea y está a favor de permanecer en ella. Es un votante dinámico, adaptado a los cambios que el mundo ha experimentado en las últimas décadas.
Lo interesante de una división en estas categorías resultantes del doble eje europeísmo y diversidad es que también nos permite ver posicionamientos menos claros e incluso contradictorios. Por ejemplo, en el centro del doble eje nos encontramos al chipriota AKEL y a SYRIZA, tanto por sus posicionamientos complejos en relación con el europeísmo como con la diversidad. En el centro, pero en posiciones más particulares, encontramos al Sinn Féin irlandés, ya que sí es europeísta, pero tiene una relación más compleja con la diversidad. Es lógico, pues su gran crecimiento se explica por su capacidad para llegar a un votante más transversal y heterogéneo.
La mayoría de partidos izquierdistas se ubican en un espacio europeísta y que apuesta por la diversidad. Hay una diferencia que no es determinante pero sí llamativa en aquellos países en los que hay dos partidos de izquierdas, uno más tradicional y otro más reciente, como Francia y Portugal. Tanto el Partido Comunista Portugués como el Partido Comunista Francés se ubican en posiciones más centradas que La Francia Insumisa o el Bloque de Izquierdas, pues los primeros tienen algunos posicionamientos más tímidos en cuestiones de la categoría de diversidad (ecologismo, principalmente) y son algo menos europeístas (sentimiento hacia la UE y apuesta por permanecer en ella, principalmente).
Más allá del ejercicio de política comparada, ¿qué es lo más interesante a nivel estatal? Saber cómo es el votante medio español y cómo es la relación del votante de izquierdas español con él, por ejemplo. Lo que vemos es que el votante medio español es de los más integrados a nivel europeo y, en coherencia, el votante de izquierdas español lleva esta integración a un nivel más elevado. Veamos algunos ejemplos representativos.
Gráfico 1. Actitud ante la inmigración del votante medio y del votante de izquierdas en cada país en función de cómo afecta a la economía y a la cultura:
En este gráfico podemos ver que el votante medio español (ES en azul) es de los más abiertos a la inmigración de la misma manera que el votante de izquierdas (ES en rosa) también lo es en comparación con el resto de votantes de izquierdas de otros países.
Gráfico 2. Preocupación y responsabilidad ante el cambio climático del votante de izquierdas:
En este gráfico podemos ver que el votante de izquierdas español (ES) tiene, junto con el votante del Bloque portugués y La Francia Insumisa francesa, una mayor sensibilidad ecologista, como se evidencia también en otros indicadores como la apuesta por adoptar medidas personales para revertir el cambio climático, por ejemplo.
Gráfico 3. Actitud del votante medio y del votante de izquierdas en cada país ante la permanencia en la UE:
De la misma manera, encontramos que tanto el votante español (ES en azul) como el votante español de izquierdas (ES en rosa) es bastante europeísta. Esto lo podemos ver en otros indicadores como el de la apuesta por una mayor o menor integración europea o la confianza en los parlamentos europeo y estatal, por ejemplo, si bien es cierto que el votante de izquierdas tiene un menor apego sentimental a la UE que el votante medio.
De los datos estudiados de la ESS, de los cuales aquí solo hemos traído una pequeñísima parte, podemos sacar una conclusión: España es un país europeísta y muy tolerante con el conjunto de causas que se podrían englobar en la categoría de diversidad. Lo que hace el votante de izquierdas español es estirar este posicionamiento hasta convertirse en un electorado que, junto con el del Bloque portugués, es el paradigma del votante «integrado».
La relación arriba abajo de la política es dialéctica: son las demandas de la gente las que mandan, aunque son moldeables hasta cierto punto desde arriba. Por eso, los espacios políticos nunca son completamente fijos y pueden fluctuar. Un espacio rojipardo en España se encontraría con limitaciones estructurales que restringirían su margen de maniobra. Además de las variables que hemos utilizado porque son transversales a nivel europeo, en España habría que añadir una particularidad importante: el eje territorial-nacional, estrechamente relacionado con el eje izquierda-derecha: el nacionalismo y el centralismo están vinculados a la derecha y la descentralización en sus diversas expresiones a la izquierda. Un espacio rojipardo que quisiera desafiar desde la izquierda esta histórica ligazón política e identitaria también lo tendría complicado. Izquierda Española y el chiringuito de Vaquero sacaron juntos el 0,5% en las elecciones europeas.
¿Sería imposible la irrupción exitosa de un espacio similar? No. Los votantes de Die Linke también entraban en la categoría de integrados y una parte de ellos, aunque no mayoritaria, parece irse con Sarah Wagenknecht. (Hay que recordar que estas elecciones regionales, celebradas en el Este, son más propicias tanto para la extrema derecha como para el partido de Sarah Wagenknecht, o que Die Linke entró en crisis hace ya años. El impacto de ambos a nivel estatal es, al menos todavía, menor). Sin embargo, en España hay una alineación más sólida entre identidades políticas, causas y posicionamientos a todos los niveles. Por decirlo de alguna manera, la rigidez de los principales clivajes políticos en nuestro país hace que tanto el escenario político como los votantes sean más «coherentes». Por eso, entre otros factores, Vox no penetra en las zonas populares como sí lo hacen otras extremas derechas europeas.
La Alianza de Izquierda en Finlandia y la Alianza Rojiverde en Dinamarca están experimentando subidas electorales interesantes a nivel nacional. Ambas son ejemplos de izquierdas alternativas «integradas». También sería interesante mirar hacia allí. No digo que lo que haga el 10% de los alemanes (Turingia y Sajonia representan algo menos) no sea importante, pero…
P. S.: Si alguien quiere indagar en la comparativa entre los diferentes países de los gráficos, las referencias son las siguientes: AT: Austria / CY: Chipre / CZ: República Checa / DE: Alemania / DK: Dinamarca / ES: España / FI: Finlandia / FR: Francia / GR: Grecia / IE: Irlanda / IT: Italia / PT: Portugal / SI: Eslovenia.
Los 10 artículos imprescindibles de la semana
Por motivos evidentes, esta semana he leído muchos análisis sobre las elecciones regionales de Alemania, así que la mitad de las recomendaciones irán sobre ello. Al respecto recomiendo los artículos de Adam Tooze, Ingrid Ross, Àngel Ferrero, Elena G. Sevillano y Oriol Bartomeus.
La brecha de género en la generación Z: más divididos en sus preferencias y opiniones políticas, de Eliseo Garilleite. Garilleti, a quien no conozco, se estrena en su newsletter personal con un gran artículo en el que realiza una radiografía sobre la brecha generacional que venimos debatiendo durante los últimos años.
Un 25% de los jóvenes varones prefiere “en algunas circunstancias” el autoritarismo a la democracia, de Paula Chouza y Nacho Catalán en El País. Los autores se hacen eco de un dato llamativo recogido en la encuesta de 40dB para PRISA. Más brecha generacional.
La política de la esperanza como solución, de Antoni Gutiérrez-Rubí en La Vanguardia. Gutiérrez-Rubí, que está preparando un libro sobre la brecha generacional, incide en que el problema principal de la democracia es instrumental: demasiada gente la ve como una herramienta poco útil para prosperar.
Cuando las vacaciones son el mejor momento para trabajar en lo tuyo, de Isaac Rosa en eldiario.es. Artículo de recomendación obligada al ser esta la primera semana de regreso tras las vacaciones de verano. Al final descansar significa trabajar en buenas condiciones, con menos presión.
Reír por no follar, de Luz Sánchez-Mellado en El País. Mi resumen con el tema de marras (las piñas y el Mercadona) es que cada vez hay más gente que se siente sola y menos espacios de encuentro ajenos a las lógicas de la mercantilización. Tinder está muriendo de éxito. A todo esto le sumamos las dinámicas virales de las redes y tenemos los que tenemos.
La recomendación de la semana
Gobernando el vacío. La banalización de la democracia occidental, de Peter Mair (Alianza Editorial, 2015).
Un libro profético, imprescindible para entender la crisis política en general y la crisis europea en particular. Y, de manera más específica, un libro imprescindible para entender el crecimiento de la extrema derecha en la región.
«… En estas circunstancias surgen otros riesgos que los políticos pueden no haber previsto. Por ejemplo, en la medida en que se externalicen las decisiones políticas, el público verá que los políticos asumen cada vez menos responsabilidad y se correrá el riesgo de que se declare lo que podría denominarse síndrome Tocqueville: esto es, una creciente incapacidad para justificar sus privilegios en un contexto en el que cada vez desempeñan menos funciones importantes. En otras palabras, si los políticos optan por despojarse de responsabilidad con el pretexto de que lo único que hacen es dirigir una sucursal, y si continúan fingiendo impotencia ante la oficina central de Bruselas, es casi seguro que su estatus disminuirá ante sus votantes».
El friendly reminder de la semana
Hoy, la ostentación de poder, incluso del más solemne, suele ser ridícula. Por lo tanto, la ostentación de un poder que ni siquiera se tiene se convierte, automáticamente, en un meme. El poder hay que sacarlo en ocasiones puntuales, y si se saca es pa’ usarlo, vamos. Otra semana le recomendaremos a Feijóo y a sus colegas alguna lectura del Cardenal Mazarino sobre el arte de disimular y simular. El atributo político más importante hoy es la autenticidad. Menoscabarla de esta manera tan gratuita es un crimen en términos de posicionamiento.
El segundo friendly reminder de la semana
«“Acercarse a la derecha” significa dejar de ser auténticos, y los electores perciben la falta de autenticidad. Supone alejarse de las bases. Significa dar crédito a los temas y valores conservadores. Recordemos que los conservadores no alcanzaron el éxito “acercándose a la izquierda”. Tuvieron éxito activando la cosmovisión conservadora, es decir, hablando el lenguaje de las bases e inhibiendo la cosmovisión liberal, atacando a los progresistas».
Si el canciller socialdemócrata hubiera leído a Lakoff sabría que con ese lenguaje lo único que consigue es activar los marcos profundos conservadores, es decir, activar los principios y valores conservadores e inhibir los progresistas. A partir de ahí, el debate solo puede inclinarse hacia la derecha. Y cuando eso ocurre, serán la derecha y la extrema derecha quienes se beneficiarán por motivos evidentes. (Cuando escribí el primer friendly reminder no tenía elegida la cita de Lakoff. Su utilización del concepto de autenticidad, aunque desde otra perspectiva, es interesante).