Así crece la extrema derecha (y así volverán a perder las derechas en 2027)
Si las derechas siguen por este camino, Sánchez seguirá en Moncloa en 2028
El 10 de febrero de 2019 tuvo lugar la manifestación de Colón contra el Gobierno de Pedro Sánchez convocada por el PP, Ciudadanos y Vox. De aquella famosa foto solo queda en pie Santiago Abascal. Pablo Casado y Albert Rivera, así como otros líderes populares y ciudadanos de segunda fila, fueron defenestrados por la historia. Unos meses después de la manifestación, en abril y noviembre, el PSOE ganó las elecciones y formó un Gobierno de coalición con la izquierda alternativa, hasta entonces excluida de los espacios de poder desde la Segunda República.
Cuatro años más tarde, las izquierdas revalidaron el Gobierno de coalición en unas elecciones que el consenso demoscópico y mediático redujo a un mero trámite. Hoy, seis años después de la manifestación de Colón, cualquier alternativa al Gobierno pasaría por Vox. Este es el balance objetivo del que el PP debe hacerse cargo, tras pandemias, guerras y DANAs. La derecha tradicional no cuenta con un posicionamiento infalible para frenar el avance de la extrema derecha, pero el PP ha fracasado de manera clamorosa en su intento. Los movimientos erráticos de Feijóo parecen partir de esta asunción: su suerte está atada a la de Abascal.
En los últimos años se han vertido ríos de tinta sobre las causas del crecimiento ultra. Los analistas progresistas sufren el sesgo del enfoque y sobrevaloran la capacidad de las izquierdas también para meter la pata. Al debatir sobre la institucionalización de la diversidad, el avance del feminismo o las limitaciones de las gestiones gubernamentales, sitúan el centro de gravedad del debate en lo que hacen –o podrían hacer– las izquierdas para contener el empuje reaccionario. Mi opinión –algunos la intuiréis por reflexiones anteriores– es que lo que hagan las izquierdas es relevante, pero no determinante. Por eso la extrema derecha crece en todos los contextos, es decir, con independencia de la oferta progresista.
El problema del sesgo del enfoque es que infravalora otros elementos. Por ejemplo, ¿existe algún ensayo de un autor progresista en el que se analice la connivencia de las derechas tradicionales en el auge ultraderechista? Seguro que sí, pero yo no sabría citar ninguno de memoria. En cambio, podría enumerar más de diez que explican de manera pormenorizada la conexión entre los posibles errores de las izquierdas y el avance ultra. Al ver la foto de Colón, pienso que los principales responsables son los líderes de las derechas más o menos conservadoras y más o menos liberales.
El jueves, el PP lanzó una convocatoria con el título “Mafia o democracia”. A mi juicio, esta convocatoria –con ese tono tan particular– contribuirá a un estado emocional y afectivo del que, en última instancia, se alimenta Vox. La extrema derecha es el espacio político mejor posicionado para catalizar la antipolítica mediante una suerte de “eficracia” autoritaria: una cesión de democracia a cambio de orden. Si la política deja de ser el mejor instrumento para lograr avances sociales, todo está permitido. Este es el marco general en el cual se disputan las batallas dentro de los bloques conservadores. España presenta algunas particularidades que hacen especialmente poco lúcida la propuesta de Feijóo.
El PP afronta dos contradicciones de calado estratégico. La primera es que es el partido peor posicionado en el marco de la corrupción. Bárcenas y Rato no quedan tan lejos. La foto con el narco le persiguió a Feijóo durante la campaña de 2023. Literalmente el mismo jueves encarcelaron al número 2 de Interior de Rajoy y procesaron al novio de Ayuso. La segunda es que, si realmente estamos ante un ocaso civilizacional (autocracia, mafia), deberían actuar en consecuencia y presentar una moción de censura. Si la presentan, lo más probable es que vuelvan a evidenciar su aislamiento y su dependencia de Vox. Y si no lo hacen, serán cómplices de la “mafia”, lo que deja a Vox como única alternativa real.
Luis María Anson dijo en 1998 que, con tal de acabar como fuera con Felipe González, pusieron en riesgo la estabilidad del Estado. La ofensiva de los últimos años es ostensiblemente más profunda, pero no estamos en los años noventa. Pedro Sánchez no es Felipe González, y si cae no será como resultado relativamente lógico de un desgaste paulatino. Sánchez se mantiene en pie gracias a su capacidad para generar antagonismo. Perdería fuerza si las derechas rebajaran su beligerancia. Esta es indispensable para que la base social progresista se mantenga motivada, pues sin ella la política se reduciría al marco de la gestión racional, algo especialmente aburrido en estos tiempos.
Es una afirmación contraintuitiva e impopular, pero, si las derechas siguen por este camino, Sánchez seguirá en Moncloa en 2028.
La gran brecha de género política entre jóvenes: por qué el giro a la izquierda de las mujeres es más importante que ellos votando a los ultras, de Cas Mudde en eldiario.es.
El solipsismo en política, de Antoni Gutiérrez-Rubí en La Vanguardia.
Algo hemos hecho mal para que ascienda la ultraderecha, de Daniel Innerariry en El País.
Una explicación del retroceso de las izquierdas en Europa, de Ignacio Sánchez-Cuenca en El País.
El gran apagón español: guerras culturales y democracia energética, de Rodrigo Amírola en Nuso.
Entre la impotencia y la acción: Gaza y el deber de intervenir, de Alberto Garzón en eldiario.es.
Éramos ellos, de Paco Cerdà en El País.
Trabajar (aún) menos, de Azahara Palomeque en El País.
Cobrar por hablar. Un manifiesto, de María Álvarez en Abundancia.
Elon Musk descubre la economía política internacional, de Jorge Tamames en de Siria a Soria.
Emocional. Cómo los sentimientos moldean nuestro pensamiento, de Leonard Mlodinow (2023, Crítica)
En el sentido común se asocia a la emocionalidad con la irracionalidad, el infantilismo o la impulsividad. En el análisis político también: los cambios que no nos gustan están siendo posibles gracias a turbas irreflexivas e histéricas. En este ensayo, Leonard Mlodinow sigue llevando la contraria con su inteligencia característica:
La neurociencia afectiva nos dice que el procesamiento de información biológica no puede disociarse de la emoción, ni debería hacerse. En los humanos, esto significa que la emoción no está en guerra con el pensamiento racional, sino que es una de sus herramientas.
La moraleja (…) no es que las emociones ayudan u obstaculizan el pensamiento eficaz, sino que las emociones afectan al pensamiento: nuestro estado emocional influye en nuestros cálculos mentales tanto como la información objetiva o las circunstancias que ponderamos. Como veremos, en general esto es para mejor; que la consecuencia de la emoción resulte contraproducente es la excepción y no la regla.
La neurociencia afectiva nos enseña una lección diferente: la emoción es un regalo. Nos ayuda a dar sentido de manera rápida y eficiente a nuestras circunstancias para que podamos reaccionar en consecuencia; alimenta nuestro pensamiento racional para permitirnos, en la mayoría de los casos, tomar mejores decisiones, y nos ayuda a conectarnos y comunicarnos con otros. Comprender la finalidad y función de las emociones no disminuye su papel para enriquecer nuestra vida, sino que nos permiten entender mejor lo que significa ser humano.
Creo que cometes un error, la extrema derecha no crece por la connivencia del PP, crece como respuesta al apoyo que se le dio a la extrema izquierda después de la crisis. La izquierda polarizó a la población y el auge de la extrema derecha es claramente una respuesta.
Como prueba puedes ver el resto de países, Cambiemos no tuvo piedad con Milei antes de que ganase las elecciones, Le Pen sigue creciendo pese a que todo el arco político se unió contra su partido, Trump tuvo a todo el partido republicano en contra en sus primeras elecciones, etc... Creo que estás equivocado en ese sentido.
Sin embargo, la parte de que esa polarización beneficia a Sánchez porque es capaz de manejar el antagonismo, eso es brillante.
Un saludo y enhorabuena por el artículo.
No hay que obviar la fragmentación de la “izquierda alternativa” y su deterioro paulatino que juega en contra del PSOE. Tampoco hay que obviar la resolución de los litigios contra miembros del Gobierno, que veremos cómo evolucionan en estos 2 años y cuanto más pueden desgastar al principal partido del Gobierno.